martes, 15 de septiembre de 2015

Calidad de Imagen

Imagen: Licencia Creative Commons.

















En ésta oportunidad vamos a arrojar algo de luz sobre cómo se determina la calidad de una imagen, ya sea impresa o vista desde algún dispositivo electrónico. Primero, dando una explicación general de los factores que entran en juego, y luego, yendo al plano de lo visual que es lo que nos trae aquí.

Es muy frecuente leer o escuchar que se hable indiscriminadamente de tamaño, resolución, y calidad de imagen. Televisores, cámaras fotográficas, imágenes en pantalla, impresoras, escáneres, y muchos otros ejemplos están íntimamente relacionados por estos conceptos y es fácil malinterpretarlos si no nos tomamos un momento para pensar lo que significa cada cosa. Les propongo que partamos de la física más simple e intuitiva.

Empecemos por definir lo que implica el tamaño. El tamaño es un valor que representa qué tanto ocupa algo en el espacio. Es una magnitud física simple porque puede cuantificarse y expresarse con un número y una sola unidad de medida. En el caso particular de las imágenes podemos asumir que estamos dentro del plano en dos dimensiones, con lo cual consideremos áreas definidas por su alto y su ancho.

Otro atributo muy importante de la imagen es la resolución. La resolución no es más que otra forma de ver la densidad. Es decir, la cantidad de materia que hay por unidad de espacio. Por ejemplo, si medimos la cantidad de personas que habitan por km2 en un país, entonces estaremos hablando de densidad por área. La densidad entonces es una magnitud física compuesta, ya que consta de dos unidades de medida: la cantidad, y el área o espacio ocupado por esa cantidad.

De acuerdo. Tomémonos un tiempo para asociar los dos conceptos vistos hasta ahora. Imaginemos que podemos jugar con un puñado de materia, supongamos que son granos de arroz, y pensemos en acomodar ese arroz de varias maneras. Podemos tomar mucha cantidad y compactar todos los granos en un espacio reducido; también podemos tomar esa misma cantidad y esparcirla en un espacio más grande; podemos conservar ese espacio grande y quitar parte de los granos que pusimos; etc. Tenemos así infinitas formas de disponer nuestros granos de arroz por todo el espacio que queramos. Esta es la forma en la que un dispositivo muestra o imprime una imagen. Ni más ni menos, ordena una determinada cantidad de puntos en el espacio que tenga.

¿Y de qué depende la calidad de la imagen generada? Bueno, no solamente del tamaño y la densidad de puntos en el dispositivo como hablamos recién, sino también de otros factores como la construcción del instrumento (lente y sensor) que capturó la imagen, y la distancia que nos separe de la pantalla o del papel. No está de más hacer hincapié en esto porque es justamente aquí donde otras definiciones fallan en explicar correctamente toda la cuestión. También cabe aclarar que para mantener la simplicidad de este artículo no explicaremos cómo se determina la precisión óptica en las cámaras, sino que diremos sencillamente que las hay de mayor o menor calidad.

Entonces, hablando estrictamente en términos de visualización, podemos decir que la calidad de una imagen depende de la calidad de construcción de la cámara y su lente, de cuántos puntos se dispongan por unidad de medida, y finalmente de qué tan grande sea el área donde se muestre la imagen respecto de su observador. La clave está en entender que la calidad de una imagen es relativa. Así puede ocurrir entonces que una fotografía tomada con la mejor cámara del mercado se aprecie con mala calidad si se la reduce demasiado y se la mira desde lejos, como así también se apreciará con pésima calidad una gigantografía publicitaria vista a pocos centímetros de distancia. ¿Se entiende la relación entre todos los conceptos?

Si no quedaron dudas, la próxima vez que tengamos en mano las características de una cámara, salgamos a comprar un televisor, o estemos mirando las propiedades de una imagen en nuestro editor favorito, sólo deberemos interpretar cuál de estos conceptos se tiene en frente y la unidad de medida con la que se está trabajando. ¡Suerte!

viernes, 11 de septiembre de 2015

Información

Imagen: Licencia Creative Commons.

















Cada vez es más frecuente escuchar a alguien hablar de la información, o decir que algo está informatizado. Es decir, que está almacenado, contabilizado o expresado en términos de información por medio de algún soporte que lo haga posible. Pero... ¿Qué es la información?

Bien. Empecemos por explicar el significado de la palabra. Según la Real Academia Española, información es conocimiento que permite ampliar o precisar lo que se sabe sobre algo. Y me gustaría completar la definición diciendo que el hecho de conocer, reduce la incertidumbre que tenemos de ese algo. En otras palabras, la información nos permite quitar el velo, la oscuridad, que impide entender el fenómeno u objeto que estemos estudiando. Así, cuanta más información tengamos, cuanto más sepamos, más se reduce la incertidumbre y mejor entendemos lo que se está observando.

Así lo he aprendido trabajando varios años con la interpretación y representación de la información. En este caso donde el objeto de estudio es la propia información, hay que tener muy claro el concepto para poder usarla con seguridad, y mostrarla sabiendo que alguien tomará decisiones con ella. Y algo que me enseñaron a considerar al momento de diseñar soluciones, es que, por más tecnología que exista, el emisor y el receptor en una comunicación en definitiva siempre son y serán personas, por lo que la interpretación de esa información puede llegar a ser subjetiva. A tenerlo bien presente.

Otro punto muy importante, sin entrar en detalles, es que la información se puede medir. Es cuantificable. Y esto no es menor porque es una ley que se aplica a todo el universo, y no sólo a lo que estamos acostumbrados en la vida cotidiana. Más adelante veremos un ejemplo.

¿Alguna duda? Hasta aquí hablamos de la información, pero hay un concepto asociado que es necesario explicar también: el dato. Un término que suele confundirse como sinónimo pero que no lo es. El dato es una medición cruda, sin análisis, sin procesamiento, sin sentido en sí mismo. Un dato aislado y sin analizar no sirve para nada. Se necesita de una persona que piense o de un proceso de transformación de algún tipo que lo convierta en información, dándole sentido.

Veámoslo con un ejemplo sencillo. Cuando hablamos de la probabilidad de lluvia el próximo fin de semana, estamos poniendo en números el grado de incertidumbre que tenemos según la información que obtuvimos realizando dos cosas: observando el estado actual del tiempo, y asociándolo con el pasado. Aquí ha ocurrido algo muy interesante. Por un lado tenemos una serie de datos observados y medidos, como ser la temperatura, la humedad, la presión ambiental, etc. Y por otro lado, el hecho de que esos datos se procesaron estadísticamente, se transformaron y asociaron con datos históricos para convertirse en información. Cuantos más datos -y luego, información- mayor será la precisión con la que conozcamos el fenómeno estudiado.

¿Y qué hacemos con la información que tenemos ahora? Aquí entra en juego otra etapa dentro del circuito de la información, que es la de la toma de decisiones. Esta etapa es donde se considera la información como punto de partida para luego realizar una acción en función de ella... ¿Llevo o no llevo el paraguas?

jueves, 10 de septiembre de 2015

¡Bienvenidos!

Bienvenidos a La Esfera, un espacio dedicado a la publicación de artículos relacionados con la ciencia y la naturaleza.

Aquí trataré de desarrollar mis ideas y experiencias sobre dichos temas, en un lenguaje simple de manera que sea entendido por todos los lectores.

Espero que éstas publicaciones les resulten útiles e interesantes.

Diego.-