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Cada vez es más frecuente escuchar a alguien hablar de la información, o decir que algo está informatizado. Es decir, que está almacenado, contabilizado o expresado en términos de información por medio de algún soporte que lo haga posible. Pero... ¿Qué es la información?
Bien. Empecemos por
explicar el significado de la palabra. Según la Real Academia Española,
información es conocimiento que permite ampliar o precisar lo que se sabe
sobre algo. Y me gustaría completar la definición diciendo que el hecho de
conocer, reduce la incertidumbre que tenemos de ese algo. En
otras palabras, la información nos permite quitar el velo, la oscuridad, que
impide entender el fenómeno u objeto que estemos estudiando. Así, cuanta más
información tengamos, cuanto más sepamos, más se reduce la incertidumbre y
mejor entendemos lo que se está observando.
Así lo he aprendido
trabajando varios años con la interpretación y representación de la información.
En este caso donde el objeto de estudio es la propia información, hay que tener
muy claro el concepto para poder usarla con seguridad, y mostrarla sabiendo que
alguien tomará decisiones con ella. Y algo que me enseñaron a considerar al
momento de diseñar soluciones, es que, por más tecnología que exista, el emisor
y el receptor en una comunicación en definitiva siempre son y serán personas,
por lo que la interpretación de esa información puede llegar a ser subjetiva. A
tenerlo bien presente.
Otro punto muy
importante, sin entrar en detalles, es que la información se puede
medir. Es cuantificable. Y esto no es menor porque es una ley que se aplica
a todo el universo, y no sólo a lo que estamos acostumbrados en la vida
cotidiana. Más adelante veremos un ejemplo.
¿Alguna duda? Hasta
aquí hablamos de la información, pero hay un concepto asociado que es necesario
explicar también: el dato. Un término que suele confundirse como
sinónimo pero que no lo es. El dato es una medición cruda, sin
análisis, sin procesamiento, sin sentido en sí mismo. Un dato aislado y sin
analizar no sirve para nada. Se necesita de una persona que piense o de un
proceso de transformación de algún tipo que lo convierta en información,
dándole sentido.
Veámoslo con un
ejemplo sencillo. Cuando hablamos de la probabilidad de lluvia el próximo fin de semana, estamos
poniendo en números el grado de incertidumbre que tenemos según la información
que obtuvimos realizando dos cosas: observando el estado actual del tiempo, y
asociándolo con el pasado. Aquí ha ocurrido algo muy interesante. Por un lado
tenemos una serie de datos observados y medidos, como ser la temperatura, la
humedad, la presión ambiental, etc. Y por otro lado, el hecho de que esos datos
se procesaron estadísticamente, se transformaron y asociaron con datos
históricos para convertirse en información. Cuantos más datos -y luego,
información- mayor será la precisión con la que conozcamos el fenómeno
estudiado.
¿Y qué hacemos con
la información que tenemos ahora? Aquí entra en juego otra etapa dentro del
circuito de la información, que es la de la toma de decisiones.
Esta etapa es donde se considera la información como punto de partida para
luego realizar una acción en función de ella... ¿Llevo o no llevo
el paraguas?
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